Fil Rouge: Trastullos, restos y ruinas en el arte más o menos contemporáneas. Saverio Cecere, octubre de 2019.
“Fil Rouge” es una leyenda china que nos dice que todos nacemos con un “hilo rojo” vinculado al dedo meñique de la mano izquierda que marca nuestro destino. Las leyendas y los símbolos son signos del destino, a menudo más efectivos y veraces que el razonamiento. Del nombre deliberadamente francés, “fil rouge” no es solo ese hilo invisible que nos une a nuestro destino es también y sobre todo el motor de la creatividad que le da armonía, coherencia y valor.
Hoy lamentablemente, es difícil creer cuántas obras que son todo lo contrario del arte vienen expuestas en las diversas galerías y museos de todo el mundo. En una alternancia continua entre el objeto de uso y la decoración, entre la mera funcionalidad y la representación, es extremadamente difícil identificar ese “Fil Rouge” poético y lírico del cual dependencia la parábola que siempre ha determinado la innovación en el arte en toda su milenaria historia.
Una sociedad enferma genera una creatividad enferma y un artista enfermo. Todo se despacha como libertad, reivindicación social y cultural, en la cual la creatividad es un acto programáticamente solipsista y autorreferencial. Es aquí donde radica el drama, entre artista y creatividad.
El hilo común se rompe, todos siguen su propio camino y sienten que tienen el derecho de decir y hacer lo que quieran: arte y artista, se mueven en dirección desigual y opuesta. Se ha creado una especie de “colisión” de los valores estéticos, determinados por la ceguera del sistema del arte con el objetivo de convertir una de las actividades humanas más importantes, en una especie de fetiche cultural para difundirse en todo lo que huele a novedad , innovación y cambio.
En otras palabras, es suficiente etiquetar de manera extemporánea cualquier objeto de uso o decoración, dotado de buen gusto, aprobado por expertos e influencer de marketing y la obra de arte esta lista.
No importa si a menudo se trata de fotocopiar los estilos de los grandes maestros del pasado: la pintura, la escultura, la arquitectura, la fotografía recuperan eclécticamente tanta fuerza que se convierte en una especie de “Anti-arte”, que propuestas en un contexto fugaz (transitorio – sin dejar rastro), denigra el arte, distorsiona su naturaleza y función. Tan cierto es, que el arte contemporáneo en todas sus manifestaciones es visto hoy como un “Trastullo”, que al no tener sentido en sí mismo, niega la emoción, el valor, el contenido y el mensaje que el artista quiso comunicar.
La creatividad está “enferma”, porque los prejuicios e intereses ligados al sistema del arte niegan la autonomía intelectual. Con ingeniosa humildad, los artistas están siempre esperando ser “elegido” por marchantes o críticos de arte, a quienes delegan toda la autoridad teórica: el artista trabaja en una condición subordinada.
La creatividad está “enferma”, el diagnóstico está hecho. La terapia podría identificarse en la autonomía intelectual, así como en la ética y la responsabilidad del artista, en el arte y la innovación.
El tema de la ética y la responsabilidad merece una reflexión profunda sobre el rol del arte y el artista, y al mismo tiempo, requiere una revisión crítica, tanto en torno al sistema del arte como en el sentido de hacer arte, porque entre las muchas propuestas del arte actual se hace difícil definir el tema del arte y comprender la diferencia entre estética y esteticismo.
Quizás deberíamos reflexionar un momento sobre estos tema, porque el artista no es arte, y la estética no es esteticismo, aun los dos conceptos tienen la misma raíz. El papel del artista es transmitir y no personificar el arte.
El artista contemporáneo tiene una aptitud natural para “antropomorfizar” todo lo que lo rodea. Personificar el arte significa perder la originalidad y singularidad que acompañan la experiencia estética, el arte se convierte en una profesión, un hábito, una obviedad: todos los atributos que son antagónicos a la “belleza auténtica”. En estos casos debemos hablar del esteticismo porque la belleza se convierte en un ídolo arbitrario, superficial y repetible que ya no transmite el poder emocional de la creatividad y la singularidad.
Hablamos entonces de estética, cuando el arte se transmite, propaga y difunde. Esta es el verdadero arte, que siempre implica el conocimiento, la tensión de una revelación personal y al mismo tiempo un valor universal. Es por eso que no tiene sentido homologar a los cánones y las modas, en este caso, “asemejar-emular”, sino más bien “ser”, y conscientemente “ser”, evitando inconsistencias y decepciones que inevitablemente acompañan a cada trayectoria de falsificación y efímero.
Vivimos en una era en cual el arte y tecnologías se mueven en paralelo. Aunque las tecnologías permiten que las ideas cobren vida y forma, debemos recordar que “las visiones son nuestras”. En esencia, la creatividad significa tomar riesgos y pensar desde una perspectiva de innovación, en la que el pasado y el presente no existen, la obra de arte que puede ser muy válida hoy, en el tiempo puede ser olvidada. El tema de la innovación pertenece a esta generación. Las sociedades y los artistas que no entienden que arte y sociedad están dentro de una transición irreversible sucumbirán en la vana búsqueda de defender la continuación de un pasado que ya terminó y que nunca volverá.
La innovación de la experiencia estética representa una forma particular de conocimiento que a menudo no coincide con el estereotipo del conocimiento racionalista, pero tiende a resaltar un conocimiento estético, sensorial, relacional, experiencial. De esta forma, la innovación nos obliga a asumir una perspectiva rígida y móvil, no codificada desde un único punto de vista o desde una sola disciplina.
La perspectiva empática que queremos proponer aquí responde precisamente a esta demanda de “complejidad”, ya la necesidad de moverse a lo largo de diferentes perspectivas y puntos de vista conectándolos, poniéndolos en comunicación
Llegamos al punto de partida, al núcleo central del problema que es el tema de los prejuicios que impiden que los artistas una auténtica autonomía intelectual, y todo lo relacionado con la “creatividad enferma”, que desde mi punto de vista, compartido o no, se caracteriza por una disminución o ausencia de la emoción creativa y crítica que se expresa en forma de inercia intelectual. Una “creatividad enferma” es una “creatividad apática” donde los sujetos, artista y usuario, además de mostrar serios signos de desapego hacia el entorno que los rodea, mostrar indiferencia, reticencia y conformismo frente a una creatividad que normalmente deben despertar interés o producir participación.
Desde la indiferencia, la reticencia y el conformismo que reina en la “creatividad apática”, pasamos a la empatía donde la relación artista-usuario es un proceso de integración y participación de todos, en todos los procesos mentales, interpersonales e interpretativos.
Empatía “, según algunos estudios del neurocientífico Brinck, el usuario frente a una obra de arte comenzaría a percibir sus propias sensaciones como si estuviera en la obra misma. en formas concretas che a su vez causaría efectos en el espectador.
El proceso de empatía, desde el punto de vista de las neurociencias, sería esa fuerza vectorial hacia una nueva estética dentro del panorama contemporáneo. Al vincularse con los nuevos frentes de investigación, el hilo conductor que une el concepto de empatía con los conceptos fisiológicos y estéticos, podría proporcionar una base conceptual extraordinaria para la creatividad y teórico-crítica de todo el proceso creativo.
Proceso de integración y asociación.
A partir de Einstein en adelante, el espacio y el tiempo son un conjunto de relaciones que se deforman y crean el espacio y el tiempo en sí. En estricta interdependencia, la realidad concreta y fenoménica de la creatividad solo puede entenderse a través de un horizonte interreacional, entonces, si el espacio y el tiempo son un conjunto de relaciones, ¿cuál es la estructura de estas relaciones en el campo estético? La estructura de la obra es la comunicación, donde el flujo de información es el elemento vital que impregna todas estas relaciones con todos y con todo.
Cuando el objeto de percepción, es decir, la obra, está en relación con el entorno disfrutado y percibido por el artista o observador, aunque es el elemento fundamental, no es el objetivo, sino su usabilidad.
El objetivo de este texto no es la formulación de una semántica creativa empática. El tratado de resaltar solo mi punto de vista. Al hacerlo, me di cuenta que la ley cósmica regula el nacimiento y la muerte de todas las cosas. El arte debe volver a comenzar desde el “principio de las cosas”, debe comenzar a tener nuevamente la aspiración a la universalidad, cruzar el horizonte, convertirse en profundidad espacial, temporal, social y mental.
Como artista o supuesto tal, mi aspiración es tratar de un nuevo aliento a un legado antiguo y fascinante como el “Concretismo Geométrico” en todos sus “ismos”.
Nuevo aliento, como valor en relación a los efectos que la obra ejerce sobre el alma humana y como coordenadas contemporáneas.Son contemporáneas en el sentido que la obra debe estar siempre actualizada, ya que cambia constantemente.
Conclusiones, después de toda esta premisa anteriormente descrita, el artista tiene la posibilidad de volver asumir el tema de la ética y la responsabilidad. Si no quiere asumirla, tendrá que renunciar a cualquier aspiración vital. Sin responsabilidad, el arte se reduce a un juego para adultos, un objeto encantador.
El arte reclama inteligencia, la busca, la quiere.
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