Muchas veces se ha dicho que la vida es un viaje, y ciertamente es así. Un viaje con determinadas etapas que van desde la infancia, adolescencia, madurez y eso que se ha dado eufemísticamente en llamar “tercera edad” y no es nada más ni nada menos que alcanzar la última estación cuya permanencia en ella en insondable. Alfredo María Villegas Oromí me ha confesado –sin temores– que se encuentra en esa etapa en la que uno mira frecuentemente hacia atrás, mide, pesa, evalúa éxitos y fracasos, pero en su caso, melancólico incurable, tiene su mirada –especialmente literaria– en las pérdidas –todas ellas–, en las piedras que obstaculizaron su camino cuando dice:“el tiempo deja huellas que no hay cirugía estética que borre, son las del alma, y las que más siento son las del dolor. Escribo desde el dolor”. Pero por ello no deja de tener en cuenta las luces de la felicidad, el amor, los hijos y nietos, los amigos. También el campo, los montes del litoral norte argentino también han dejado una profunda huella que está presente en algunos de sus libros.
50 años con la poesía son todo un hito. Desde su primer poema escrito en octubre de 1971 en el que reconoce que “su valor único es el haber despertado en mí la necesidad de escribir. Enfrentar un mundo hostil”.
De hecho, ese primer poema –según él “espantoso” – es un poema de desamor. Su primer libro fue “Sombras del Silencio” (1973) y luego “Tu sangre bajo el sol” (1977). De allí, se radicó en el norte santafecino, su otra pasión: el campo. Pasó veinte años sin escribir hasta que otro brutal golpe lo condujo nuevamente a refugiarse en la poesía. Publicó entonces “Mensajes escondidos” (1999) y como un torrente fueron emergiendo los poemas, actividades culturales, conferencias –agropecuarias y literarias–, viajes, su migración y residencia en Uruguay, invitaciones a participar en Ferias Internacionales del Libro en Buenos Aires, Chile , Perú, entre otras.Distinciones y premios recibidos como el Primer Premio Fundación Victoria Ocampo (2010, Buenos Aires), el Puma de Plata de la Fundación Argentina para la Poesía (2015), el Premio Morosoli Institucional a la Cultura Uruguaya (2015) de la Fundación Lolita Rubial, el Primer Premio “Máximo Simpson” Fundación Argentina para la Poesía (2019) y entre ellos se destaca el Premio Nacional de Literatura de Uruguay 2017 , otorgado por el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay por el libro “Sin ella, nada”.
Diecinueve libros de poemas, cuatro de ensayo, una novela “Un lugar en el tiempo” (2014) premiada y editada en Perú, sus poemas traducidos al inglés, portugués, francés, italiano y árabe, fueron otros puntos importantes de su viaje. También lo son esos cinco libros de poemas que, según Alfredo, “duermen el sueño de los justos esperando su resurrección” . Y hablando de ello dice “No le temo a la muerte, uno se acostumbra a ella. Lo que me produce pavor y terrible rabia es el deterioro físico. Y como dice la Mafalda de Quino: si vivir es durar, prefiero un simple de Los Beatles a un LP de Palito Ortega “ .
Puede que sea “un soplo la vida, que veinte años no es nada ” pero cincuenta años son muchos más y el soplo más denso, más largo y es necesario un resuello, hacer un alto para mirar hacia atrás, tomar aire … y seguir andando.
Evans Fodrini
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