Arte y Cultura Internacional

Espacio creado por Museo Virtual Maldonado inaugurado en el 2009

Pintor.

Plinio Rinaldi

Plinio Rinaldi es un reconocido pintor a nivel nacional e internacional, nacido en Maldonado y quien desde muy joven descubre su vocación por la pintura. Desde el momento en que toma la decisión de dedicarse a la pintura, incursiona en los talleres de importantes maestros de la pintura de la escuela uruguaya.
Revista Arte dialogó con él, quien recientemente ha llegado de Portugal adonde estuvo viviendo muchos años.
Plinio Rinaldi en su Atelier
 
¿Y luego de los talleres con Manolo y con Daymán Antúnez, en qué momento de tu vida descubres o sientes que deseas continuar en el camino del arte, de la pintura?

PR De eso me acuerdo exactamente. Porque cuando tenía 13 años, realicé un viaje a Europa. Era un viaje de formación en el que recorrimos doce países. Pero al llegar a París, con la poca plata que tenía, en la galería Lafayette, compré una primera caja de óleos, marca Frank. Y después a pocos kilómetros de allí estaba Limoges. Y ahí fue donde pinté mi primer cuadrito. Si bien ya había pintado en mi niñez, dado que empecé a los 8 años más o menos en el taller del Centro Paz y Unión de Maldonado, con Fortunato Amorín. Después seguí clases particulares con él, en la calle18 y Ventura Alegre, pero en París fue donde descubrí que era eso lo que quería hacer. Ya cuando volví, estaba seguro de lo que quería y de lo que arriesgaba también.

¿A tu llegada Maldonado, ¿cómo te encuentras con Manolo Lima?
¿Ya se llamaba Taller Maldonado?


PR: Fue en el año 69 o 70 creo y fue a través de mi madre que lo conocí. Empiezo a asistir al taller adonde era su casa. En ese momento, estaba sin puertas y sin ventanas, no tenía nada, tampoco había luz eléctrica, Manolo la iba levantando de a poco, con mucho esfuerzo. Ahí empecé, él me acepto y me permitió pasar unas temporadas quedándome en su casa, yo cocinaba y limpiaba. Tenía que estar limpiando siempre, porque no había vidrios, pero tenía mi lugar. En el taller tenía mi dormitorio, que era entrando a la izquierda. Ahí estuve una buena época. Aprendiendo pintura con él y no sólo pintura, sino también cosas de la vida, que a veces son más importantes. Pintábamos sin luz eléctrica. El primer cuadro que él me aprobó, me dijo luego, que lo llevara a un concurso. Fue un cuadro pintado con faroles a mantilla, que eran a queroseno. Ese cuadro lo envié al concurso y ganó un premio en Montevideo.
Y fue el primer premio que gané estando con Manolo. Con él continué hasta el 70 o 71, según recuerdo.
  ¿Cuáles fueron los datos más importantes qué piensas que te aportó Manolo en cuanto a la pintura?
PR:  Manolo te aportaba mucho en muchos aspectos, pero yo me acostumbré a la pintura de él, a ese tratamiento del óleo en forma muy licuada con kerosén, con la que él procedía. Con aquellos pinceles que ya estaban viejos y que a veces los hervíamos con agua jane. Pero más que nada lo que experimenté, fue ese procedimiento en esa lavada de querosén. Aprendí a apreciar el color en sí. Recuerdo que trabajábamos mucho con ese método del óleo muy lavado, pintábamos sobre cartón, la mayor parte de las veces, porque no daba para comprar tela. Pero el lavado en cartón, el lavado con kerosén que hacíamos era mucho para mí, ahora en cuanto al trabajo en el taller se hacían muchas naturalezas muertas. Yo pintaba de todo, pero lo que aprendí más con Manolo fue de noche, cuando él me leía o cuando hablábamos. 
Esas lecturas me ayudaron mucho.

Hoy en la distancia, ¿cómo ves a Manolo, cómo lo sentís?
PR: Yo a Manolo Lima lo siento, primero como un amigo, fue un amigo, además, aparte, está todo el respeto y la admiración que siento por él como pintor. Porque era un bohemio total. Era un tipo que era lo que tu veías, era Manolo, entiendes no había vuelta con él. Entonces siempre te estaba dando una enseñanza sobre algo por su manera de ser. Una persona que vivía el presente. Sin esa experiencia, te digo, yo no existiría hoy, si no hubiera sido por ese aporte de Manolo en mi vida, como lo tuve también, con Dayman, claro que de otra manera.

¿Ahora, hoy en la distancia y en el tiempo ¿resultados son los caminos de Plinio Rinaldi en su pintura?

PR:
Eso es prácticamente impredecible. Porque como acabo de volver de Europa, un poco corriendo de la pandemia pero con la idea, ahora sí, de pintar para hacer un par de muestras para la gente de acá de Maldonado. Y después, sí una exposición más importante, pero por ahora, la idea es venirme y quedarme, pero todo está un poco ligado a que yo encuentre mi lugar acá. Que es lo más difícil porque yo he estado siempre viajando y siempre por lugares diferentes. Y armar el taller que es mi casa no es fácil… no es fácil.
  En tu trayectoria ¿qué temas han sido tus motivos o pretextos más significativos?
PR: Tuve una época, cuando entré en Montevideo definitivamente, que fue con las máscaras. En pleno dictadura y trabajaba para galería Bruzzone. Después de las máscaras comienza la serie de los ombúes, como les llamaban en esa época, los grandes árboles, y en otra serie comencé con las pultemplonas , que eran mezcla de pulpería, templos y casonas, por eso el titulo que llevaba esa serie.  Y siempre mi pintura giró un poco en torno a eso, no? En jugar con la forma deformarla, desvirtuarla y para eso necesita tener conciencia de que podría estar haciendo una marranada. Pero lo importante era hacer lo que yo quería. Yo creo que todo está en la creencia o el amor que tú le pongas a lo tuyo.  

Si no, digamos poderte desprender de la personalidad del objeto para que el sujeto modifique esa realidad…

PR : Siempre dije, tú puedes hacer lo que gustes y tu pintura puede gustar o no gustar. Lo importante es que sea original, que sea tuya. Aunque sea una reverenda porquería lo que estás haciendo, pero es lo que tú haces y no hay vuelta, y quien te juzga en definitiva es la historia y no hay otra, porque es así. 
 
En este largo periplo que ha sido tu carrera, cuál ha sido tu material más importante. ¿Solamente la pintura o has hecho alguna incursión por otras artes?

PR:Normalmente siempre fue la pintura. Pero en Portugal aprendí la decoración de cerámica, que me encanta. Obviamente, no es lo mismo trabajar con las pinturas de cerámica que con óleo. Pero aprendí algo nuevo, ya de viejo, pero siempre estuve dentro de la pintura, por eso yo no tengo una formación plástica, no soy artista plástico, porque no he ido a una escuela. Yo lo que sé, lo debo a mis profesores, a los maestros.
 
Más bien que en tu pensamiento, lo que está, es el pensamiento por la pintura en sí como tema o pretexto? Sí, es que en este caso las torres o los árboles son meramente un motivo, un pretexto para hacer pintura.

En este largo periplo de idas y venidas ¿cómo ves la pintura hoy a nivel global o general? PR : A nivel mundial sí he visto por ejemplo en Portugal, que es de donde vengo, un movimiento cultural muy grande, no sólo con la música, que es muy buena, sino con la pintura, pero además en el muralismo. Descubrió pintores portugueses de un nivel increíble. Ahora también te digo, siempre el nivel es en menor escala, lo que realmente se hace. Es decir, por ejemplo, en España tú puedes ver cantidad de exposiciones, pero bajo mi criterio, muchas de ellas no deben ni colgarse. 

¿Cómo ves o sientes la pintura hoy, ante estos nuevos tiempos que nos tocan vivir? ¿Tiene una permanencia y un camino de futuro sólido como instrumento de lenguaje ante la gran variedad de otros nuevos lenguajes? ¿Cómo es hoy por hoy con las nuevas tecnologías? 
 
 PR:Me cuesta creer que desaparecería la pintura como tal. Porque hoy, si bien se pueden hacer muchas cosas a nivel digital, y muchísimo… (he visto hasta un robot pintando y animales, he visto de todo). Creo que la pintura no se acaba, como tampoco se puede acabar la música, porque las necesitamos.
 
La pintura es el gran instrumento de expresión del ser humano y una forma de acercarle algo a la gente para humanizarla.
PR : Es un medio de relación. Es más fuerte me parece, ver un cuadro colgado, que ver algo en un ordenador o en una pantalla. Y tú sentarte a verlo. Me parece que hay un margen muy grande en cuanto a lo que significa. No sé, yo de repente a veces, soy demasiado sensible. Pero sí sé que la pintura ni puede ni debe acabarse. Por un problema de que es la sociedad la que la necesita
 
 Plinio en tu trabajo o dentro de lo que es tu sentir como pintor, indudablemente que debes de sentir la presencia o la admiración de los grandes maestros. ¿Qué maestros entiendes tú a nivel universal, que han conmovido y de alguna forma te pueden haber influenciado un poco en tu trabajo?

PR:
Tú sabes que cuando hablo de maestros como Manolo, o como Dayman Antúnez son parte de los maestros. Junto con Gauguin, Van Gogh, con Marola, el gallego, con un montón de pintores o de canalizaciones artísticas. Por ejemplo con Ensor tuve un amor increíble, en la época de las máscaras. Pero lo curioso es que mi pintura, la paleta en sí, no ha variado en 50 o 55 años.


Es lo que determina, digamos, la personalidad del individuo como pintor, junto al dibujo, la paleta, lo que te marca.

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